martes, 26 de octubre de 2010

El Punto G de Los Donguis

En el parque había una puerta abierta del depósito donde los jardineros guardaban sus herramientas, en aquel hueco oscuro vi unos 9 o 10 Donguis, nerviosos que no se atrevían a salir por una pequeña luz de un farol que se encontraba en el lugar. Fueron los primeros que vi, se los mostré a Virginia y esta del miedo se desmayo, tenía una polera azul que tenia grabadas sus iniciales, las note cuando cayó en mis brazos, tenía la curiosidad de saber si en realidad a los Donguis le gustaban comer  tanto los humanos como me había dicho Balsa hace unos anos. Tire a Virginia en aquel hueco, no quise ver porque estaba arrepentido y me fui a casa para no pensar en lo sucedido, les diré la verdad ya estaba prendido y para apagar el fuego llame a Collet. A tiempo me entere que habían encontrado en el rio de Mendoza la polera azul que usaba Virginia aquella noche que la tire a los Gonguis. Todos la pasaron por muerta, unos decían que se había caído al rio cuando venía de la sedería, de inmediato pensé que los Donguis después de comerse el cuerpo tiraron sus pertenencias al rio y que las corrientes eran tan fuertes que habían hundido el resto al fondo de este. 3 años más tarde Virginia apareció en el primer hotel monumental que llegue a construir en Punta de Vaca, pensé que estaba delirando, me dio las gracias y me dijo que los Donguis la habían tratado como una especie de diosa, de repente vi que no era una ilusión cuando sentí un abrazo frio de su parte me soltó y me dijo que era un ser simplemente desagradable. Esas palabras se quedaron en mi mente, por eso partí de Argentina a Inglaterra para conocer mejor a los Donguis de este país. Al año construí un hotel monumental en Londres basado en las costumbre y mitos que conocía de estos, un día baje al sótano todo estaba oscuro y no encontraba el encendedor de pronto sentí un fuego interno que bajaba por mi espalda a los pocos segundos sentí el dolor de unos dientes filosos que me destrozaban mientras gritaba vi aquellos rostros tan extraños que vi aquella noche en el parque de la cual no quiero acordarme. Llegue a la conclusión de que esa sería mi muerte y no me equivoque. Lo que nunca me había imaginado era que los Donguis no se habían comido a Virginia porque esta le ofreció el placer de disfrutar su cuerpo a cambio de su vida, fue tan grande lo que les hizo sentir esa zorra que la trataron como una reina para que nunca se alejara de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario